«Puerta del Sol». Amalia Avia
Quizá forma parte de la educación. O quizá, estamos pagando los platos rotos de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Pero si dedicamos tan solo un momento a analizar el presente, nuestra forma de actuar y proceder en el día a día, no sería tan descabellado echarse las manos a la cabeza al pensar en la tontuna humana que nos invade. Y es que, por increíble que parezca, somos incapaces de disfrutar de un paisaje, de un concierto, de un paseo en bicicleta, un día en la playa, una cena, de nuestra pareja o de nuestros perros sin que ello implique hacer la pertinente foto, incluir el conveniente hashtag y enseñárselo al resto del mundo. O lo que os lo mismo, hacer alarde de lo que se conoce como postureo. Puede que algún día, nos demos realmente cuenta del tiempo perdido. O no.
Resulta incluso, en muchos casos, un exceso de hipocresía social el hecho de subestimar parte del tiempo y del dinero que empleamos a la cultura, para dedicarlo en su lugar al selfie o al consumismo superfluo y justificarlo además con la carencia de recursos, de dinero. Cuando veo a una multitud de gente haciendo una interminable cola para entrar en unas grandes tiendas de ropa de la Gran Vía, pienso que a la gran mayoría no se les pasaría por la cabeza hacer la misma cola para entrar en un museo, un concierto o cualquier otro acto o evento que implique algo cultural. La única y más audaz respuesta que se me viene a la mente es que nos han educado por y para el consumismo, para el tener y no para el haber. Tengo una piso, un coche y una casa en la playa; pero en mi interior no hay cabida para las sensaciones, la cultura, el saber. 
«Lavabo y espejo». Antonio López.
Este fin de semana he ido a ver la exposición Realistas de Madrid en el Museo Thyssen y les puedo asegurar que pocas cosas tan bellas se podrían ver un domingo cualquiera en la ciudad. Las sensaciones que me ha transmitido no las cambio por cualquier otra cosa que implique consumismo. Las mismas sensaciones que he tenido al disfrutar de un concierto en directo o de una buena película en el cine. Sensaciones intangibles que fluyen de la creatividad, del talento, del mundo interior.
En palabras del comisario, Guillermo Solana, la exposición pretende conectar al público con las obras de arte de los años 60 de algunos de los mejores artistas realistas contemporáneos, como el gran Antonio López, Amalia Avia, Isabel Quintanilla o los hermanos Julio y Francisco López. Un recorrido visual de 89 piezas entre óleos, esculturas y dibujos que conducen al espectador desde lo más íntimo a lo público. Del bodegón, la sala de costura, las calles, los patios a las vistas panorámicas de la ciudad de Madrid o Vallecas. Del pequeño formato a la gran escala.
Cada obra parece real, un retrato de la vida misma, una fotografía dotada de una idiosincrasia donde se puede apreciar cada detalle, cada toque de luz, pudiendo incluso introducirse dentro del propio cuadro y por un momento trasladarse un 1 de agosto a una cálida y desierta Gran Vía o a un antiguo baño en el que crees haber estado antes. En resumen, una exposición imperdible, un acto de disfrute para el ser humano, de poesía, de necesidad, de expresión, que se puede ver en no más de una hora. Obras como El cuarto de baño, Bodegón de los ajos, Habitación de Costura o Jardín de Poniente marcan un antes y un después en la retina de los espectadores.
«El Teléfono». Isabel Quintanilla.

Después de la exposición pude ver la final del Masters de Tenis de Madrid. Y de nuevo, más de lo mismo. Entre el público, multitud de rostros conocidos de la política, la moda o el deporte haciendo selfies y posando con caras concentradas mientras la mayoría ni siquiera sabrían qué es una dejada o un tie break. #hipocresía

+info: Del 9 de febrero al 22 de mayo
Sala de Exposiciones Temporales del Museo Thyssen
Precio: 12 euros
@lu_longbrit / @LONGBRIT