El Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid está al pil-pil, como el bacalao. El antiguo recinto chamuscado y remodelado se presenta como un balón de oxigeno para la oxidada capital en la que poder celebrar conciertos con capacidad para 15.000 almas saltarinas. Los auténticos fans de las zapatillas Converse volvieron a quedar allí el pasado viernes 3 de abril para ver actuar a los niños mimados del gran público festivalero. Los escoceses Franz Ferdinand, desde hace unos años “el grupo perfecto del momento”. Franz Ferdinand, sin saberlo ellos, venían a batirse en la distancia con los americanos The Killers, esos chicos con plumas de Las Vegas que actuaron en el mismo escenario semanas atrás. El primer round de esta batalla entre las dos llamadas bandas de moda se medía más bien en cuanto a la calidad de su público, porque en cuanto a cantidad habían quedado en tablas, ambos grupos colgaron el cartel de agotado el papel. Mientras que a los plumeros de The Killers fueron a verlos pijos venidos a indies, Luis Mª Ansón y Aznar (gente poco apetecible de encontrarse en un concierto de rock) a los Franz Ferdinand les fueron a ver arquitectos ilustres, Cuasi-Magistradas del Tribunal Supremo, Recepcionistas, Abogados e Ingenieros de Caminos. El perfil festivalero de toda la vida. Feos, gordos, pijos, viejos, jóvenes y gays, mucho mucho gay y guiri-gays. Ya sólo por este elenco de público, los Ferdinand ganaron el segundo y el tercer round. Y ganaron todos los demás porque el concierto de estos chicos de Glasgow fue lo de siempre, así, sin más. Lo de siempre. Lo mismo de siempre. Igual de impecable que siempre. Igual de incontestables que siempre, igual de intratables que siempre. Bien vestidos, guapos, simpáticos, emocionantes y viscerales. Un grupo de jóvenes con instrumentos y ganas de farra, el núcleo de la música rock. El espectáculo no ofreció ni grandes ni pequeños cambios con respecto a otros shows que ya he presenciado en más de nueve ocasiones. Y es que los Ferdinand de tanto toquetear siempre en el mismo sitio, han encontrado el punto G del público y todos sabemos que hay sitios donde es mejor que no se nos toque, porque si nos tocan… nos perdemos y vaya si nos perdimos. La orgía multitudinaria del viernes empezó con Madrid de rodillas delante de los de Glasgow y éstos sin precalentamiento, directos y sin lubricante atacaron The Fallen. De ahí a Take Me Out en línea directa sin paradas ni para beber agua, cayeron todos los hits de la banda en cascada, Ulysses, No You Girls, Outsiders … repitieron el numerito de la batería para las vírgenes de sus conciertos y como en uno de los mejores capítulos de Padre de Familia nos hicieron Zas! en toda la cara! con un apabullante This Fire que dio por terminada la corrid… digo, la velada. Antes de ellos, en la misma escena, los berlineses Kissogram presentaron a sus pocos adeptos un puñado de canciones que despuntaban en emociones por momentos y desconcertaban en otros tantos, pero que fueron ejecutadas con agilidad presentando batalla al escepticismo de los primeros clientes de los Ferdinand. Después los suecos jóvenes y casados Mando Diao, el eterno grupo del quiero y no puedo, porque sé pero ahora no me sale. Unos chicos guapos, listos, con unas canciones nada desdeñables que siempre que veo en concierto olvidan hacer un set-list en condiciones. Tienen en su haber diez canciones para tocar sin respirar, pero se empeñan en sacar la cabeza para coger aire y esto termina en ahogadilla sus conciertos. Consiguieron sacar cabeza, pero el resto del cuerpo se quedó dentro del agua. En definitiva una fiesta que ahora todos comentan. Vamos, esa típica noche que te arrepientes de no haber vivido porque tus amigos llevan dos días recordando sin parar.

(By Forbidden)