Photo: Simon Lamme. Ámsterdam. Octubre, 2017
Nick Cave es Dios. Sentemos las bases de la liturgia de la fe que profeso. Este es mi artículo menos objetivo, pero, qué importa, seguramente sea el más sincero.
Pocas veces ocurre que un artista revaloriza su talento con cada paso de su carrera. Que marca hitos en cada nuevo trabajo, siendo un outlaw que arrastra los pies lejos de los derroteros de la industria, con una bendita madurez que le hace cada vez más acertado y auténtico. Ese es Nick Cave, una suerte de «don» de su pandilla de taciturnos perdedores The Bad Seeds
El «rey de la intensidad» transforma sus conciertos en ceremonias de sublimación sensorial que van de la misa oscura eléctrica a la furia desmedida. Su sola presencia electriza. Su banda le mira esperando seguir cualquier dirección que tome. Con su sempiterno pelo negro y ataviado con su habitual traje nos recibe a todos con los leves compases de los nuevos temas de «Sekeleton Tree», que, de menos a más, van entrando en nuestra piel. Nick es capaz de tocar un «concierto soñado» con solo sus tres últimos trabajos, después de décadas de profesión.
La triste pérdida de su hijo hace dos años ha teñido de melancolía el anuncio de su gira, pero su actitud, su fuerza, su talento y su motivación no han hecho sino incrementarse. Ya sea sobre una zumbeante base electrónica cantando una suerte de nana que nos deja en un apacible duermevela, como haciendo explotar los últimos compases de «Jubilee Street». La atención es total, no hay nada más, no hay nadie fuera de la sala, no hay coches, ni problemas, no hay hambre, ni sed ni frío, ni nada mundano. En la puerta nos esperan, pero aquí no.
La grandísima bendición del que se consagra a escuchar música es también una maldición. No hay mucho que sacie. Existe una gran cantidad de artistas que durante tu vida de decepcionarán y una industria que premia los números y olvida por qué empezamos esto. La figura de Cave es un bálsamo, una rara avis que hace que todo tenga sentido, que todo merezca la pena. Caminando en la cuerda floja, hace de su vida su obra más insigne. No vengan a buscar saldos, ni porno emocional. El arte es lo único que sobrevive a la muerte. Talento y respeto en vida del que no necesita morir para que se narre la historia de su leyenda.
Reflexiones después de la maduración apropiada del concierto de Nick Cave en Ámsterdam. Un día de octubre de 2017.

By The Doctor