-Perdón- dije con timidez presionando suavemente el enjuto hombro de aquel hombre encorvado, con barba de tres días y oliendo a whisky barato.
-¿What the fuck?- Rebuznó el curioso personaje con acento sureño, para luego soltar una retahíla de insultos en un americano cerradísimo.

-¿Me podría decir donde esta Nashville? soy español, músico, vengo a grabar un disco-dije con timidez y un atisbo de miedo al ver a tan estrafalario ser.

-Yeah….-su rostro se cubrió de una sombra enigmática y con voz profunda y rasposa dijo:- Just follow your heart man-

-Muchas gracias…amigo-dije con fingido entusiasmo.

El tipo carraspeo con fuerza y escupió al árido y arenoso suelo del desierto americano, para luego volver la cabeza al horizonte, mirando fijamente al sol, entrecerrando los ojos y dando largos tragos a su pequeña petaca. Era el principio de mi camino, no era un gran paso hacia delante, pero se abrían nuevos senderos.

Soy Quique González, y este es mi camino, y tu, compañero Mio, no eres mi compañero, pero ¿Cómo hacer que lo entiendas? Mi camino no es tu camino y a pesar de eso, andamos juntos, agarrados de la mano.

Ha vuelto, el añorado, el deseado, Quique González, el niño díscolo de las discográficas, saca nuevo disco, Daiquiri Blues. Para ello ha viajado, apartándose del mundanal ruido, hasta Nashville, quizás una de las ciudades más musicales del planeta (de allí son por ejemplo los propulsores del rock sureño en el S. XXI, Kings of Leon).

Sacas el disco de su funda, lo metes en el reproductor, le das al Play y oyes susurrar: “Un, dos, tres, y….”empieza la aventura de escuchar un disco de Quique, de inspeccionarlo, intenta desabrochar los botones de su blusa, de robarle la virginidad que guardaba solo para ti, dejando que mojes tus labios con el pecado de sus historias y letras. Acompañado de Brad Jones, productor de Josh Rouse entre otros, consigue que sus sonidos sean más puros (si cabe), convertidos en pura naturaleza sureña. Acompañado de Ken Coomer, antiguo componente de Wilco y de Al Perkins, estos arquitectos ayudan a Quique a impulsar las historias de descosidos amorosos hasta el final. Pero no robemos ni por asomo un ápice de merito al madrileño, puesto que él es uno de los únicos artistas que ahora mismo pueden cantar un genero como este en español sin machacarlo ni desdibujar los orígenes del rock de autor. En este disco, vuelve a ser fiel a sus principios, tirando de guitarras y armónicas de un domingo por la tarde, Quique González vuelve a crearse, haciendo transbordo en el árido, seco y caluroso tiempo sureño para deleitarnos otra vez más con su susurrante voz y sus historias, pequeños mundos del artista apaleado. Aunque he de ser sincero, Quique ha alcanzado su plena madurez, ahora debe cambiar de rol y crear un disco que barra las virutas del pasado para poder abrir un nuevo sendero en la música de uno de los mejores artistas del momento.

“Bendito sea pues, el pastor que en nombre de la caridad y de la buena voluntad saque a los débiles del valle de la oscuridad” Ezequiel 25-17
(By Rorro)

Temas imprescindibles: Daiquiri blues, La luna debajo del brazo.
Puntuación: 7/10
Video: http://www.youtube.com/watch?v=J0yFVIHdiOM