«A solas con mi ego» BORJA BAS 09/10/2009, EP3, ElPaís.
Se ha quedado solo. Rufus Wainwright, eterno favorito de la crítica musical, se ha topado con críticas feroces por su primera ópera. Para recuperarse se pasea por el mundo en solitario, sin una banda a la que pagar. Para hacer caja, dice. Es sólo una de sus múltiples confesiones.
“Me siento como un pulpo del ‘showbusiness’. ¿Soy el más grande? No lo puedo asegurar con certeza, pero desde luego sí soy el más versátil” La contención no es su fuerte. Quien no haya vivido la experiencia de un concierto del músico neoyorquino, ahora puede hacerlo con Milwaukee at last!!!, un CD y DVD de más de dos horas de duración que registró como colofón de su última gira y que acaba de editar. Ver cómo Rufus termina convirtiendo el escenario en una tragedia griega, emulando a un mesías gay crucificado o transformando a una decena de músicos en fetichistas sexuales entra dentro de lo normal. Por eso choca tanto que ahora ande entregado a introvertidos shows en solitario con su piano, como el que mañana ofrecerá en el Festival de Música Independiente de Zaragoza (FIZ). “La ópera ha resultado ser un hobby carísimo, por eso hago estos conciertos pequeños, para tener qué llevarme a la boca”. Y, por una vez, parece que no bromea.
EP3. ¿Por fin se ha dado cuenta de que su ego es demasiado grande como para compartir escenario con nadie más?
Rufus Wainwright. Para ser honesto, lo considero más bien un reto. Aunque me pueda resultar más difícil componer una pieza para orquesta, es agradable tener a otros músicos escoltándome en el escenario. Cuando subes ahí solo, eres tú contra el mundo. El desafío es mayor. Pero la satisfacción cuando has terminado, también.
EP3. ¿Todavía se considera “el mayor entertainer del mundo”?
R. W. Bueno… Creo que, en términos de currículo, no hay ningún artista como yo. No conozco a otro que haya tocado tantos géneros, ya sea jazz, canción de autor, ópera, pop, que cante en francés, que actúe solo, que salga con una gran banda… Me siento como un pulpo del showbusiness. ¿Soy el más grande? No lo puedo asegurar con certeza, pero desde luego soy el más versátil. Y he sobrevivido a tantísimas situaciones adversas: la adicción a las drogas, el colapso de la industria musical, ser gay en un mundo mayoritariamente hetero… Siempre me he superpuesto a todo.
EP3. Y si no fuera usted, ¿quién diría que es el mayor artista del mundo?
R. W. El otro día me fui a cenar con Court-ney Love. Hemos colaborado en un concierto para recaudar fondos contra el sida junto con otros músicos [U2, Scarlett Johansson o Lydia Lunch] en el Carnegie Hall de Nueva York. La conozco desde hace años, pero hacía tiempo que no nos veíamos. De alguna forma, quedé impresionado por lo entregada que está al rock and roll. No sólo por su pinta. También porque alimenta el rol de una superestrella bien jodida. Es satisfactorio comprobar que alguien hace tan bien su trabajo [risas]. Se lo curra de verdad, para bien o para mal. Parece haber asumido ese papel de una manera muy consciente, aunque eso signifique que cualquier día pueda acabar consigo misma. Es todo un icono incomprendido. Aunque no me pondría en su lugar ni loco.
EP3. ¿Sigue interesándole realmente el rock and roll o sólo lo finge?
R. W. ¿Por quién me ha tomado? Todavía voy de vez en cuando a algún concierto de rock… No me queda otro remedio. Mi familia entera está metida en ese rollo, así que no me libro de los eventos familiares. Pero, sí, lo mío como espectador es la ópera. Para mí, ir a la ópera es como acudir a misa, es mi centro espiritual.
Llegados a este punto, conviene recordar que Rufus Wainwright pertenece a la realeza musical canadiense. Su padre, Loudon Wainwright III, se ha ganado la gloria con odas al ácido (The acid song), al lesbianismo (I wish I was a lesbian) o a mamar de la teta (Rufus is a titman, donde cuenta cómo, envidioso del bebé Rufus, se cuelga del otro pecho de la madre, la también cantautora Kate McGarrigle). Se separaron cuando Rufus contaba tres años y ella volvió de Nueva York a Quebec con sus pequeños. Desde entonces, toda la dinastía desarrolló una relación epistolar a través de canciones sin tapujos, como la que dirigió su hermana Martha Wainwright al padre titulada Bloody mother fucking asshole (mejor traduzcan ustedes). El reconocimiento de su estirpe ha traído también la paz a la familia, que ahora se reúne cada Navidad con la élite musical neoyorquina (Lou Reed, etcétera) para cantar villancicos en el emblemático Carnegie Hall. Este mismo escenario vio el show de homenaje que montó Rufus hace un par de años a su adorada Judy Garland, que ocupa el número uno en su santuario de estrellas difuntas.
EP3. ¿Qué le atrae de la decadencia?
R. W. Todo artista debe entrar en decadencia en algún momento. No creo que haya ningún gran intérprete, músico, pintor o bailarín que, por ejemplo, no haya probado las drogas. Eso es rarísimo. Adentrarse en el lado oscuro es necesario. Dicho esto, es importante saber que el mayor reto para cualquier artista es atravesar ese lado oscuro y lograr después convertirse en algo mejor. Ésa es la parte realmente jodida. Ah, y nunca puedes ser demasiado decadente, ésa es la clave.
EP3. ¿Se imagina acabando como Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses? Convertirse en una diva en decadencia que se niega a aceptar su destino ¿sería su mayor sueño o su peor pesadilla?
R. W. Probablemente sería mi peor pesadilla, pero, por otro lado, tengo una pinta genial cuando me atormento. Siempre me quedará el maquillaje para disimular.
EP3. A Liza Minnelli le han ofrecido participar en la nueva versión de este clásico de Billy Wilder que se va a producir el año que viene. ¿Ya la ha llamado para intentar disuadirla?
R. W. Algo había oído. ¿A quién demonios se le habrá ocurrido una idea tan disparatada? Si lo hace Liza, es lo que llamaríamos un caso inequívoco de encasillamiento.