Corría el año 2009 cuando a finales de Julio en una magnífica, como siempre, edición del Jazzaldia donostiarra, sobre la arena de la playa de la Zurriola, The War On Drugs presentaba su primer álbum de estudio, Wagonwheel Blues. Un trabajo más que notable a manos de Adam Granduciel y Kurt Vile, binomio casi efímero que terminara con el abandono de este último aquel mismo año.
Era una banda que prometía grandes momentos y su directo, como el que dio aquella noche en San Sebastian, deslumbraba con un magnetismo y un sonido de guitarras realmente envolvente y casi único en la escena independiente de la música norteamericana.
En 2011 vino Slave Ambient como su segundo gran trabajo. Buenas canciones y donde ya advertimos aquí mismo ese sonido que tanto nos traía a la imaginación a un joven Bruce Springsteen nacido 20 años después y con una buena dosis de alucinógenos encima. Singles de potente factura y evidente gancho como «Baby Missiles» empezaron a despistar al respetable. Alguno empezó a creer que The War On Drugs podrían ser «the next big thing«. Y no. No lo son, ni lo serán, ni lo pretenden.
Llegamos a 2014 y su Lost In The Dream, su último y brillante largo. Entradas de algunas de sus canciones en programas deportivos, revuelo generalizado, corrientes de opinión teledirigidas,… y esa sensación de que muchos quieran colocarles como los nuevos Black Keys hasta que (sorprendentemente como pasara con estos últimos) llenen aforos del tamaño del Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid.
Llama poderosamente la atención como la banda de Adam Granduciel ha pasado de casi el anonimato a primera fila de revistas y voceros sin practicamente variar el argumento y la estructura de la mayoría de sus canciones. Este Lost In The Dream vuelve a recordar a la versión LSD y atmosférica de Sprinsgteen e incluso la portada, mas bien parece la de un nuevo single de Jonathan Wilson. ¡¿Dónde coño está la novedad para tal sobresalto?!
Voy más allá. Las canciones de este álbum pese a ser en su mayoría de brillante factura artística, son en muchos casos tediosas y cansinas con duraciones por encima de los 5 y 6 minutos, muy de la escuela de su ex-compañero Kurt Vile. Ello sólo merece una lectura: el regodeo de Granduciel y los suyos está por encima de la misión de agradar al respetable (eso o que nunca se han parado a pensar en los Beatles ni han leído los estudios correspondientes de revistas como Muy Interesante). Es por ello que por mucho que se empeñen algunos, esta banda nunca va a ser un instrumento con el que algunos puedan llenarse los bolsillos. Introvertidos, distantes, dispersos, abstractos,… Ellos son así y así se les ama o se les ignora. El easy-listening y la música para anuncios, por mucho que algunos se empeñen, nunca llegará.
Dicho lo cual, paremos sobre su nuevo álbum de nuevo…; es una magnífico trabajo (probablemente de lo mejor que llevamos en este curso). Lost in the Dream es un disco tranquilo pero nunca llega a adormecer. Un viaje largo pero de sabores intensos y cuando el trayecto se vuelve algo monótono, surgen canciones de primer orden que vuelven a inundar el álbum de sentido y de color como su maravillosa «Red Eyes«. Tras ello, otra vez un acelerón con su «Burning» para deleitarnos entre tanto con la suavidad y espesura de «Eyes to the Wind» y la canción que da título a su álbum, «Lost in the Dream«.
En definitiva, un disco maravilloso al que sacarle puntualmente destellos de gloria. Pero no, no se equivoquen. Si antes no les gustaron, ahora tampoco tienen por qué (ni mucho menos).
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