Tras 25 años sin pasar por nuestro país, vuelve Paul Simon con dos conciertos exclusivos en Bilbao y Madrid enmarcados en su gira europea. Un tour muy especial en el que presentará su último trabajo, «Stranger to Stranger», su mejor álbum desde aquel legendario «Graceland», además de clásicos de su etapa en Simon & Garfunkel como «The Boxer», «Sounds of silence», «Mrs. Robinson» o «Bridge over Trouble Waters».
En el próximo mes de Noviembre, tanto en el Bizkaia Arena BEC de la capital vizcaína como en el Barclaycard Center de Madrid, el mayor icono vivo de la música folk, dará muestra de su talento incandescente, inamovible desde hace medio siglo. Un artista con mayúsculas que sigue experimentando, tratando de abrir nuevos caminos y arriesgando. No así como otros dinosaurios del tipo Rolling Stones que siguen sin mojarse los pies en la charca saliendo de giras y giras interminables sin ser capaces de presentar nada nuevo a su público.
Simon siempre ha respirado alejado de estos últimos. Él nunca vivió al cobijo de ninguna moda estética, tribu urbana o corriente artística predominante. Él, en los 60, nunca vivió de crear en base a su espíritu rebelde de juventud como la mayoría de bandas de la época y él, ahora que es mayor, no compone tragos amargos sobre su próxima vejez. Tampoco es aquel que repite la fórmula que le dió fama durante décadas una y otra vez, …no. Y esa es la gran diferencia de Paul Simon con todos los demás; su inteligencia, su independencia creativa y su apetito sobre el riesgo más allá del éxito comercial.
Por ello, Simon tras su exitosa etapa con su inseparable Art Garfunkel, firmó en solitario años después uno de los discos más innovadores e influyentes de la historia de la música, su maravilloso «Graceland». Era el año 1986 y aquél álbum nació de la inquietud de Simon al escuchar una canción en un viejo cassette. Se llamaba «Gumboots-Accordion Jive Hits Number 1» y era un tema instrumental (acordeón, guitarra, bajo y batería) de una banda sudafricana totalmente desconocida llamada The Boyoyo Boys. «Me recordaba a un cierto tipo de el rock ‘n’ roll de los años cincuenta«, dijo el de Queens. Este escribió después la letra y empezó así a dar vida a un disco que supondría la puerta de entrada al mundo del posteriormente llamado afro-pop. Un género que terminaría de influenciar tanto a bandas de la época como a otras tantas de manera evidente y más reciente aparición como los ya muy conocidos Vampire Weekend.
“El mundo se está hundiendo. Creo que una de las cosas más importantes y entretenidas que un artista puede hacer es descubrir y crear lazos entre las diversas culturas, encontrar puntos comunes y fundir las diferencias. La música es la forma de comunicación universal que más une a los pueblos”.
Una revolución musical y a la vez política, ya que este fomento de la música sudafricana por parte de una estrella en Estados Unidos de aquella magnitud, terminó por desencadenar en una mayor conciencia sobre los problemas del continente negro y en especial de esa verguenza llamada apartheid.
Tras ello, Simon fue divagando e intentado nuevos proyectos musicales con el siempre objeto de experimentar nuevos caminos. Probó con la música brasileña en alguno de sus posteriores pasajes, volvió al pop y entre LP y LP, muchos esperábamos un gran álbum del neoyorkino que nos volviera a agarrar del pecho y nos sacudiera. Y ese momento ha llegado. Justo a tiempo.
«Stranger to Stranger», su décimo tercer largo en solitario a los 74 años de edad, parece de algún modo tan optimista y voluntarioso como aquel Graceland de 30 años atrás. Progresivo, rompedor y más allá del folk al uso con que solemos asociar siempre la figura del artista. Porque en este largo hay incluso influencias directas del tan nuestro flamenco. Porque hay piezas sobresalientes como «Werewolf», «In a Parade» o «Wristband» que reflejan esa inquietud existencial y que parecen todo menos una composición de una persona de más de setenta años, anti-folk estrambótico y controlado. Porque la enorme variedad y amplísimo rango de sonidos vertidos en este LP dibujan una paleta de colores infinitos a descubrir con cada escucha. Porque todos esos sonidos y discrepancias, él los convierte en algo familiar y amable en la escucha. Porque «Stranger to Stranger» es un mundo en sí mismo, ecléctico y diverso, que merece la pena recorrer poco a poco, de principio a fin y sin la urgencia de encontrar ninguna canción inmediata como hit incuestionable (por tanto, abstenerse gente que solo consume música vía Spotify). Porque también hay piezas de cadencia y género que nos embelesan y colman a los que proclamamos desde muy pequeños nuestro amor a ese dúo inmortal de Simon & Garfunkel, con esa poesía de lo cotidiano, a veces tocando el abstracto.
Si nos centramos en el discurso, «Stranger to Stranger» es amor, es el día a día, pero también es politica. Y no política desde un estilo pragmático como Wilco, implorando su voto para Obama o un discurso izquierdas vs derechas, no. Simon habla con un discurso de altura y conceptual, por encima de nombres Trump vs Clinton. Tan ligeramente que a veces pudiera pasar desapercibido, pero ahí está, bien presente. Referencias a la pobreza, violencia, educación. Canciones como «The Riverbank», son buena muestra de sus preocupaciones. Un corte este último que fuera inspirado tras su actuación durante el funeral de uno de los profesores que murieron en la matanza de Newtown, en un colegio del estado de Connecticut («High school is closed, same for the local police / Shall we tearfully embrace, shall we sing ‘Amazing Grace’ / Will the shallow river waters bring us peace?”)
En «Wristband», el autor usa un pulsera como argumento metafórico con el que criticar las diferencias entre clases sociales, en la vida (como en los festivales de música?) están los que llevan una u otra pulsera y los que no. Con ello Simon termina diciendo: “The riots started slowly, with the homeless and the lowly / Then they spread into the heartland, towns that never get a wristband / Kids that can’t afford the cool brand, whose anger is shorthand for you’ll never get a wristband.”
Un álbum soberbio y nos atrevemos a decir que después de «Graceland», su mejor trabajo en solitario. Paul Simon vuelve a demostrar que es un artista auténtico, figura de talento inagotable y bandera tanto del folk como de la música alternativa en todas sus vertientes. Él mismo parece sentirse un desconocido, un «stranger» al que le fluyen ideas y conceptos tan diversos como excéntricos y que sólo él, sabe amasar hasta convertirlos en canciones aptas para todo oyente.
Una carrera brillante, sin posturas ni artificios vagos. Un artista con capacidad de innovar camino de sus tres cuartos de siglo de edad, ¿quién puede presumir de esto último?. Sólo él.
En Noviembre le veremos por nuestro país y hasta la fecha, hay tiempo para ir saboreando este último LP. Un trabajo que os aseguramos, crece y crece a cada escucha. Sobresaliente.
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