Ayer me pareció ver a Sir Woody Allen caminando de puntillas y con las gafas de pasta negras a medio caer por delante del escenario. Ayer tuvimos el placer de darnos un paseo nocturno por las oscuras calles del Bronx. Pianos, trompetas, saxos, bajos, baterías y alguna sutil herramienta más, eran la b.s.o. de aquella inquietante madrugada.
El concierto fue una señora puta vestida de rojo, elegante, fumando y contoneándose con tacones largos de aguja y vestido entallado a la par que escotado hasta provocar a todos los que se agolpaban a las puertas de aquel famoso club Neoyorkino de jazz.
El Piano fue un señor vestido de frac, de blanco y negro impoluto, el mayordomo exquisito que le abrió la puerta
. La batería, era el sonido de sus tacones golpeando el suelo, tac-toc, tac-toc,… el sonido de un reloj a media noche. La trompeta adornó los primeros pasos a la entrada del local donde se mostraría la elegante prostituta, de lujo y exquisita, por supuesto. Al final de la velada y mientras la noche se consumaba, el contrabajo la tocó, la meció entre sus brazos, entre sus acordes, siempre encorajinado por el vicioso y erótico momento del saxo, embriagador y morboso.
Virtuosismo
. Esa fue la palabra que definiría a la perfección una actuación como la que ayer vivimos en el Jardín Botánico de la Universidad Complutense de Madrid. El CompluJaZz nos trajo nada más y nada menos que a los escandinavos ATOMIC, grupo del que ya hace meses hablamos maravillas en Long Brit. Parece mentira que por tan sólo 10 euros puedas presenciar lo que ayer acaeció en territorio estudiantil y sin embargo, tengas que pagar 50 euros por ver más de lo mismo en escenarios como el Palacio de los Deportes.

(By JRGE)