Dios existe…, o tal vez no, pero sin duda, ese no es el principal problema del ser humano. Lo que sí resulta un gran problema son los intermediarios, los comerciantes, los vendedores de futuros místicos, los adivinadores, las jerarquías eclesiásticas de ese ejército de parásitos que viven a costa del miedo que produce la incertidumbre de nuestra existencia.
Ese invento de los hombres ha sido la forma más tonta con la que el poder de unos pocos se ha manifestado históricamente sobre la debilidad de unos muchos. Nuestra única salida es avanzar en el conocimiento y en la razón como la única forma de entender algunos misterios que todavía nos inquietan y de los cuáles se sirven ese ejército de miserables intermediarios de lo divino. Tenemos que tener la suficiente humildad para aceptarnos en nuestra pequeñez y después, a través de nuestro espíritu de progreso ir buscando respuestas pero siempre al margen de la irracionalidad (espíritu de progreso para el que lo tenga, por supuesto, para el que no… que siga echando dinero al cepillo). La sabiduría que nos proporciona el conocimiento, el arte, la poesía, la experiencia; ése debe ser nuestro camino como seres humanos, huyendo de la inhumanidad que nos ofrecen los parásitos que viven del negocio de la fe.
Casi veinte años después de su discutido libro «El evangelio según Jesucristo», el Premio Nobel de Literatura José Saramago vuelve a ocuparse de la religión en «Caín», su nueva novela, que mañana, jueves, sale a la venta y en la que, en palabras del escritor portugués, viene a decir que «Dios no es de fiar».

La feria del Libro de Frankfurt ha sido el escenario escogido para lanzar hoy Caín, mientras que mañana llegará a las librerías de Portugal, América Latina y España con el sello de Alfaguara.
En la nueva novela, una ficción sobre Dios y los hombres, Saramago redime a Caín del asesinato de Abel y señala a Dios como «autor intelectual» al despreciar el sacrificio que Caín le había ofrecido.

En una entrevista con Efe el pasado mes de agosto, Saramago no temía que Caín levantase la misma polémica que El evangelio según Jesucristo, que llegó a ser vetada por el Gobierno portugués para competir por el Premio Europeo de Literatura.
Tampoco considera este libro como su particular y definitivo ajuste de cuentas con Dios —»las cuentas con Dios no son definitivas», señaló—, pero sí con los hombres que lo inventaron.

«Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él», explicaba el autor.
Saramago empezó a pensar en Caín hace muchos años, pero se puso a escribirlo en diciembre de 2008 y lo terminó en menos de cuatro meses. «Estaba en una especie de trance. Nunca me había sucedido, por lo menos con esta intensidad, con esta fuerza», confesó.

Un tema apasionante para un libro que presume ser un gran best-seller para las próximas navidades. Afiliados y socios compromisarios de la «puta de Babilonia», absténganse de leerlo.
(By JRGE)