Esta mañana nos hemos despertado leyendo en la edición digital de El País, un interesante artículo escrito por Ana Marcos y titulado, Las Manos que Mecen la Aguja.
Al hilo de dicho artículo y observando detenidamente algunas reflexiones que le gente mostraba al final del mismo en la sección de comentarios, creo que es preciso anunciar cuanto antes el declive de una, antaño más meritoria, profesión: el pinchadiscos.

Hoy en día, los llamados Djs pueden mirar de tú a tú a cualquier futbolista e incluso a célebres adinerados como nuestro tierno y afable amigo «El tío Botas», don Emilio Botín. Pero, ¿qué ha pasado en estos últimos años?. Día Mundial del Dj (cada 9 de Marzo), listas de Forbes, cabezas de cartel en grandes festivales de rock,…
Previamente, debiéramos repasar los comienzos de esta moribunda profesión. 
Se dice que el primer Dj (disc-jockey) de la historia fue Ray Newby. Corría el año 1909 y Newby, con tan sólo 16 años, reproducía discos gracias a la autorización del pionero de la radio Charles ‘Doc’ Herrold en una emisora de radio en el estado de California. La radio, como vemos, fue la primera residencia de este colectivo.
Sin embargo, no fue hasta 1935 cuando el término disc-jockey se empezaría a manejar y conocer por el pueblo llano. Walter Winchell, fue el primero en utilizarlo para adjetivar así a su compañero locutor de radio, Martin Block. Este último, capaz de ambientar las ondas con la atmósfera propia de los clubes de baile de aquella época. Su programa fue todo un éxito.
En esta ocasión, nos movemos a las Islas Británicas. En pleno conflicto bélico, corría el año 1943, tuvo lugar la primera fiesta de baile (guateque) con Dj invitado. Fue en la localidad inglesa de Oxley.
Un poco más al Sur y dos años más tarde, se abre la primera discoteca en París, la legendaria Whiskey à Go-Go. Local donde también se empezó a reproducir música grabada a manos de la exquisita selección de un disc-jockey ó Dj. 
Llegaron los años del destape y con ellos, los primeros mezcladores. Los años 60 vieron nacer numerosas discotecas (pensemos en el significado de esta última palabra) por toda Europa y Estados Unidos.
En los años 80, el concepto club y Dj empieza a despegar como una marca de gran prestigio. A destacar, Larry Levan (Dj residente del famoso club Paradise Garage de Nueva York) y Frankie Knuckles (residente del Warehouse Club, emblema del synth pop de Chicago en contraposición a Detroit, lugar de nacimiento del techno). Surge entonces y a finales de esta década, la primera publicación especializada: DJ Times. Igualmente, nace el Winter Music Conference en el estado de Florida, la primera celebración conjunta de profesionales del sector.
Con los 90, el declive en las formas se muestra inversamente proporcional a la fama generada por el gremio. La era digital aniquila la mezcla de diferentes estilos musicales y la tendencia en los diferentes clubs de moda se hace casi única: la electrónica en sus diferentes modalidades. Armin Van Buuren, Dj Tiesto,  David Guetta,… todos ellos cobran astronómicas cifras por reproducir música y hasta tal es el absurdo, que incluso en festivales de reconocido prestigio, llegan a eclipsar a verdaderos músicos y bandas que tocan e interpretan su arte en directo (véase en un festival de rock independiente llamado FIB, el idilio David Ghetta / Bob Dylan o el del mismo dj francés en un amago de festival llamado Rock In Rio, sí, pone «rock», eclipsando a bandas como Red Hot Chili Peppers). Llegamos al triunfo del espectáculo por encima del arte. A la asistencia a festivales por el ambiente, que no por la música. Hay algo de fariseismo en todo esto aunque por suerte, hay excepciones.

Llegados a este punto, reflexionemos sobre varios aspectos que parecen interesantes. No se trata de convencer a nadie, únicamente ofrecer una perspectiva de cómo ha cambiado todo (a peor?).
1) Los Djs comenzaron siendo los feos de los llamados guateques. Ninguna chica quería bailar con ellos así que mejor que estar sentados en el banco esperando lo imposible, ¿por qué no poner unos buenos temas para hacer bailar al respetable?. 
Hoy en día anuncian hasta champú para el pelo.
2) Llega la era digital. Por lo general, el pinchadiscos ya no es una persona con una colección de vinilos (puede que en algunos casos, sí de cds) que le gusta la música e invierte su tiempo y dinero en ella. Tampoco lo hace el local. Lejos quedan ya los días en que los disc-jockeys iban el fin de semana a los bajos de Orense en Madrid a comprar los discos que algunos traían de sus viajes por Reino Unido. Hubo una época en que incluso esta gente que venía con vinilos del extranjero, los fines de semana se acercaban a los clubes de moda de la capital para ofrecer a primera hora de la sesión las últimas novedades musicales. El pinchadiscos, si era residente en un local de categoría, tenía un presupuesto fijo al mes por parte del dueño para comprar música. Acertar con la compra, también era misión importante en la labor del Dj. Esta era una tarea crucial.
¿Hoy qué tenemos?. Tenemos muchos Djs que (en su mayoría) se bajan miles de canciones como si fueran churros. Ya que todo el mundo puede tener miles de discos a través de internet, todo el mundo puede ser Dj (?). Las nuevas generaciones, especialmente aquellas más cercanas a la electrónica y el dance más comercial,  se preocupan más por tener la melodía de moda que por comprender el mensaje que da ese sonido, el mensaje que el artista elaboró con dicho trabajo. Cada vez más, el ser humano se aleja de la idea de apreciar las cosas y se preocupa sólo por engullirlas y devorarlas. 
Tenemos, discotecas en los que no hay ni un sólo cd, ni un solo vinilo,… la música no parece ser parte esencial del club en cuestión. Para la esperanza, aún quedan excepciones y algunos clubes como Moloko Sound Club o los regentados por el gran Jorge Albi (disc-jockey de los de antaño), Club 69 Pétalos y Déjate Besar.
3) Finalmente, ¿por qué seguir hablando de disc-jockey?. No parece apropiado cuando la mayoría de ellos ya no utilizan ni cds ni vinilos. Ahora el concepto que se empieza a utilizar es el de filejockey o Fj. El uso de nuevas herramientas, de un software como Traktor o VDj, ahorra sudores al «pincha» pero éste renuncia a mostrar mucha de la técnica que debiera ofrecerse en público. La mezcla queda casi sistematizada y la poca magia restante, queda limitada a la selección de canciones. Otra responsabilidad menos con la que cargar.
Renunciar al progreso es de necios. Sin embargo, estoy seguro de que en años venideros, al igual que está pasando en muchos sectores donde lo artesanal prima sobre lo urgente y donde el ebanista es reconocido frente a IKEA, muchos clubes volverán a ofrecer sesiones de disc-jockeys de verdad, a poder ser con vinilo y mezclando su propia colección «a mano». Porque es más visual, más estético, más meritorio, romántico y porque la escasez y el buen gusto, también tienen su propio valor añadido y su nicho de mercado esperando.

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