Aquella mañana de Agosto, corría el verano de 1963, Europa recogió con asombro la llegada de un nuevo formato y soporte musical que cambiaría nuestras vidas.
Todo empezó de la mano de una gran compañía de capital holandés llamada Philips que en muy poco tiempo y bajo el asombro de propios extraños, terminó por convertir el cassette en el formato de uso más popular durante décadas, hasta la maldita y posterior llegada del cd.
La resistencia física de su propio formato, un formato mucho más sencillo de transportar que el vinilo, el precio reducido frente a este último, la incómoda magia de rebobinar una y mil veces para escuchar «esa canción» (a veces con un boli bic) y la posibilidad por primera vez de poder escuchar la música en el coche (una verdadera revolución!), hicieron de las cintas o cassettes todo un símbolo generacional.
Pero no sería hasta 5 años después, en 1968, cuando se empezara a comercializar el cassette para el gran público. Fueron tiempos en los cuales se fue ganando calidad técnica en el sonido que dicho soporte prestaba e incluso años después, llegamos a maravillarnos con otro invento muy relacionado: el Walkman. Un reproductor de cassettes portátil comercializado desde 1979 por Sony que todos teníamos allá por los años 90 y que incluso terminaría siendo grabadora y permitiría hacernos nuestras propias grabaciones y selección de temas de los diferentes programas de radio que por aquel entonces no nos perdíamos casi ningún día.
Hoy en día, un mínimo intento por parte de algunos grupos de música independiente de lanzar sus maquetas y primeros trabajos en cassettes y algún que otro super-reproductor HiFi son el único y nuevo amago de breve interés por las cintas. Parece que el vinilo ha vuelto a encontrar su pequeño nicho de mercado pero…, ¿lo hará el cassette?.
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