Están por todas partes. Compañeros de trabajo, amigos, parejas, personas que trabajan de cara al público… No se imaginan a cuántos taxistas he escuchado quejarse del tráfico asfixiante, los atascos, la ciudad. Y todos con un deseo común: hacerse con un rebaño de ovejas e irse a vivir a un lugar perdido de la mano de Dios. Dicen que la infelicidad es uno de los males del siglo XXI. Una epidemia. En efecto lo es. La infelicidad de estas personas -negativas por naturaleza- es una especie de desazón constante ante los devenires de la vida. Una falta de empatía no solo para con la sociedad, sino para con uno mismo que acaba contagiando a todo aquel que les rodea. Lo ven todo negro y el vaso siempre medio vacío. Una especie de melancolía perturbadora bajo el yugo de la incertidumbre. Una espiral de autodestrucción masiva. Es, en definitiva, la incapacidad de encontrar la alegría en uno mismo que acaba generando una especie de toxicidad degenerativa en su entorno más cercano.
Su discurso se basa en la mediocridad, la inseguridad, el victimismo o la envidia. Se quejan sin motivo. Son seres incapaces de quererse a sí mismos que disfrutan hundiéndose en la más jodida de las miserias, la tristeza más absoluta. La necesidad de decirte que «no sé donde está la consulta del Dr Galovich cuando realmente sé que está en la sala 3 de la segunda planta». La necesidad de decirte que «en el menú de hoy no nos queda más lubina cuando en realidad tengo un par más en la cocina». La necesidad de «no ir a aquella fiesta porque ese día sentía un dolor en la articulación sacroilíaca». La necesidad…
Todos hemos pasado a lo largo de nuestras vidas por etapas mejores y peores pero, oigan, no nos merecemos estar rodeados de gente infeliz. Afortunadamente, para casi todo en la vida (menos para la muerte), existe un remedio. Solo les diré una cosa. Y es que, si tienen la mala fortuna de toparse con algún infeliz hagan el ejercicio de dejarlo pasar. Traten de detectarlo a tiempo y aléjense. No dejen que sus miserias les arrastren por el caudal de la penumbra. Será la mejor de las decisiones que habrán tomado en mucho tiempo. No se me ocurría nadie mejor que Munch para ilustrar la infelicidad de una forma tan clara y precisa que a través de una de sus obras más preciadas:«Ansiedad» (1984), el cuadro que acompaña este artículo. Es el reflejo de una sociedad atormentada, que camina con rostro perdido ante el terror de la multitud.
Este artículo es una reflexión sobre esas pobres almas caritativas faltas de alegría que alguna vez han invadido nuestras vidas. Para todos ellos, esta recomendación de un disco que aporta FELICIDAD. «It’s a World of Love and Hope» (Un mundo lleno de amor y esperanza) es una pequeña joya creada e interpretada por The Flat Five, finísimo quinteto de Chicago que se mueve con sutil destreza entre el pop, el jazz y el soul. Uno de los mejores trabajos que hemos escuchado este otoño.
Búsquenla. Donde sea y de la forma que sea, pero búsquenla. Existe, está ahí. Solo tienen que salir a buscarla y tarde o temprano la encontrarán. Que pasen un FELIZ puente.
@lu_longbrit
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