Esto no es una crítica ni una crónica. Es solo un apunte, una opinión escrita desde la penumbra de un salón con regusto a cerveza floja. Cuatro han sido las ocasiones en las que Tweedy ha amenizado mis noches yendo del éxtasis al sopor. Pero sin duda, la de ayer noche en La Riviera ha sido la que más ha definido al personaje detrás de Wilco.
Después de una hora de concierto un tanto lineal y falto de sorpresas, la personalidad musical de Jeff se define como obsesiva, obsesiva hacia el sonido: por el constante cambio de guitarras, por el respeto a las estructuras y por la precisión de los músicos ausentes de toda ”sangre”, creando una marmólea esfinge ausente de vida y de color. El mayor ejemplo de este “perfecto tedio” es sin duda su hijo.
Jamás vi un joven músico, ante una audiencia, tan desprovisto de emociones y motivación. Incluso Charlie Watts en la gira 50 aniversario sale con mas ilusión a tocar después de una vida de bolos y excesos. La banda extrema la precisión y la métrica hasta el punto de sonar artificial e incluso desprovista de alma a pesar de realizar ejecuciones impecables. O, tal vez, a consecuencia de ello.
Sin embargo, el genio de Tweedy salió a relucir en el interludio. 35 minutos de auténtico deleite musical en el que el cantante de Chicago desnudó parte del repertorio de Wilco al sonido de la acústica, generando una nube de endorfinas casi sólida en las cabezas de los allí presentes.
Este es Jeff, cara y cruz. Las reminiscencias “vanmorrisianas” del sonido perfecto que se disfruta cuando toca en el salón de tu casa con la guitarra que ibas a empezar a tocar, pero que olvidaste en aquella esquina.
By The Doctor
Qué difícil resulta ser objetivo cuando uno se declara fan absoluto de una banda que, más allá de la música, en esencia es pura religión. Como un auténtico chamán, como un líder espiritual ante un reducido grupo de súbditos, nos agolpamos bien abrigados bajo la gélida Riviera un martes cualquiera para recibir al señor Tweedy y discernir cada tema de Sukierae, el primer largo del proyecto con su hijo Spencer.
No vamos a negar que nos costó entrar en calor. Los primeros compases no acababan de definir el sonido de la nueva banda. Coincido con mi compañero el Doctor, algo que además comentamos en más de una ocasión a lo largo del concierto. Jeff ejemplifica la continua búsqueda de la perfección (por los más de 20 cambios de guitarra, los selectos amplis, la elección de los músicos, incluso la iluminación). El resultado fue un sonido bastante lineal, bajo una atmósfera de la «técnica perfecta», tan pulida y perfeccionada que llegó a restar entrega al recital. Faltaba pasión.
Aun así, brillaron especialmente «Wait for Love», «Low Key», «Slow Love» y la más conocida por ser la bso de Boyhood, «Summer Noon». Spencer estuvo correcto. Al chico le faltan tablas, pero se le vio tranquilo y muy seguro, algo que solo se consigue cuando detrás, en los ensayos, te has estado dejando la piel.
Pasada la primera hora se cerró el telón. La banda al completo se había retirado y en el escenario solo quedaba él. Con una vieja Martin 00-DB, el genio de Chicago nos servía el primer aperitivo: «I am trying to break your heart». Lo saboreamos lento, degustando cada matiz del country de la vieja escuela. El de Wilco. Nos creímos por un momento ver al maestro Neil o a los Eagles en un viejo bar de la 66. Pero allí estaba él, genio y figura. Su mensaje nos caló hondo, como la aguja hipodérmica de Laswell. Como un tiro directo al corazón.
Y de repente el calor humano. Y todos al unísono te acompañamos: «Jesus don’t cry, you can rely on me honey honeeey…». Y de nuevo el nudo en la garganta y los pelos de punta. «You and I, we might be strangers…». La contención absoluta. Un «guilty pleasure». Y llegó «California Stars» y la despedida. Qué fácil es hacernos felices. Una vez más, y ya van unas cuantas: GRACIAS, maestro.
I’d like to rest my heavy head tonight on a bed of California Stars.
I’d like to lay my weary bones tonight on a bed of California Stars.
I’d love to feel your hand touching mine, and tell me why I must keep working on.
Yes, I’d give my life to lay my head tonight on a bed of California Staaars».
By LU