No me gustan los lunes.
Aquel hombre escupía esas palabras todos los días, a modo de repulsión hacia la vida.
Le consideraban loco, se podría decir que de algún modo lo estaba.
Pero en el fondo era un ser cabal, con criterio, con una rigidez moral y de pensamiento muy alejada de la mente de un loco.
Le gustaba la música, le gustaba disfrutar con las voces de los demás, con canciones que desconocía, que descubría , desvirgaba sus entrañas, suavemente…las conocía una y otra vez.
Cuando le tendí la entrada para ver a Damien Jurado en el Teatro Lara de Madrid ante sus cansados ojos no supo cómo reaccionar, nunca nadie le había regalado nada. Atrapo rápidamente su oportunidad y me acompañó, mientras jugueteaba con sus dedos mientras andaba nerviosamente pegado a mi lado.
Era un tipo callado, de nuestra escasa conversación saqué en claro que nunca había estado en un teatro para escuchar música. Le parecía un adulterio del arte. También conseguí intuir que solo había escuchado una canción de Damien Jurado, era Sheets, una de las canciones con las que el cantautor de Seattle abrió el íntimo show que se dibujaba ante nuestros ojos(y butacas) en la fila 5 de aquel teatro de barrio.
Damien empezó un pequeño discurso antes de todo. Habló de lo que haría durante la noche, que tocaría un par de canciones acústicas, que luego se puliría con su banda el disco Maraqopa, de 2012, desde la primera canción(Nothing is the News) hasta la última(Mountains still asleep) pasando por momentos de desato acústico con Working Titles. Al acabar el disco, nos brindó con un par de canciones más; compartía él, sus pies descalzos, un foco y el público. Entre ellas destaca una tremenda y sentimental Cloudy Shoes. Y para cerrar el cercano abrazo de almas, la aclamada por una muchacha del respetable, Ohio.

Pasando de la más absoluta franqueza sentimental ligada al arte, con un discurso acerca del amor que transfiere hacia las versiones acústicas hasta un final en el que destacaba la importancia de una banda en la música, de la cohesión de sonidos y la creación de nuevos mundos a través de la unión de muchos de ellos.
Se podría definir el concierto como familiar, cercano, íntimo, con momentos para las carcajadas, los susurros, los silencios, pasando por la fascinación del acústico, lo grandilocuente de una banda que se une siendo un solo sonido y hasta dio tiempo y lugar para la psicodelia y los movimientos repetitivos de cabeza, volteándola como palomas enamoradas.
De un corazón loco, que fue un corazón roto.
Que termine ya esta función…
Cuando salimos del teatro estábamos consternados. Miré a aquel hombre a los ojos, pero estaban vacios. De repente dijo:
‘encuentro el ruido en las palabras del silencio.’
Le miré, una mezcla entre intrigado, asustado y fascinado. Sonrió. Se dio la vuelta y desapareció mientras abría un pequeño paraguas que tenía en el bolsillo, sin yo saberlo.
‘¿Para que el paraguas? No tiene pinta de llover.’
‘Lloverá.’
De repente me encontré parado delante del Teatro Lara rodeado de voces, de humo y de comentarios estúpidos.
Deseé estar allí dentro otra vez.
Me resigné y me fui a casa.
En el camino empezó a llover.
Maldita sea.
A ver si la próxima vez consigo a alguien para que venga conmigo al teatro y no tengo que ir yo solo…
» Al final de mi día cierro los ojos y mando dormir a mis sueños.
Ni me acuerdo de mi vida,
Ni de la vida que monte
sobre la vida que montaba.»
twitter: @RorroBird